Relato cedido por Carlos
Alicia
era la encargada de una tienda de ropa femenina que pertenecía a una gran
cadena. Tenía 32 años, morena, voluptuosa, 1.68 cms de estatura muy guapa.
Un
día un grupo de proveedores la llamaron aparte y le propusieron algo que, en
principio, la desconcertó. Querían que hiciera un catfight con otra de las
encargadas de otra tienda de la misma cadena. Ella preguntó las condiciones y
le dijeron que le pagarían 2.000 euros por la pelea y otros 8.000 si ella era
la ganadora.
La
contrincante era una mujer de 33 años, llamada Isabel, también morena y
voluptuosa, con 1.69 cms de estatura y de gran belleza. Las dos eran muy
parecidas fisicamente y entre ellas había una rivalidad muy grande, tanto
profesional, como personal.
A
las dos mujeres le hicieron la misma propuesta, con las mismas condiciones.
Ambas, no se lo pensaron demasiado y contestaron afirmativamente a la
propuesta.
Los
proveedores les indicaron entonces, naturalmente por separado, los requisitos
que tendrián que cumplir para el día de la pelea. Todo ello, se lo comentaron
con suficiente antelación, para que pudieran cumplir con los mismos.
Les
dijeron que tenán que llevar el pelo largo, de color negro, rizado y suelto;
también les dijeron que tenían que llevar las uñas muy largas, afiladas y pintadas
de rojo. Naturalmente, muy maquilladas con mucho rimmel y sombras de ojos.
Ellas
aceptaron todas las anteriores condiciones y llegado el día de la pelea, las
dos cumplían con todo ello.
Fueron
citadas en un chalet y allí les dieron la “vestimenta” para la pelea. Sólo
llevarían unas medias negras de cristal a medio muslo, sujetas con ligueros y
con costura por detrás. También unos zapatos negros de charol, cerrados y
lisos, con tacones de 12 cms de aguja sin plataforma. Tan sólo llevarían eso y
las dos por igual.
Las
mujeres se cambiaron en sendas habitaciones por separado y cuando les dieron la
señal las dos aparecieron asi vestidas en el salón mirándose ambas com mucha
rabia y rodeadas de doce hombres que gritaban su aparición.
Empezaron
a insultarse y a amenazarse como leonas:
-
Isa,
eres una puta asquerosa y te voy a dar tu merecido.
-
Tú eres
más zorra y te vas a enterar.
-
Lo
veremos enseguida.
-
Cuando
quieras puta.
En
un momento las dos mujeres se engancharon de los pelos con las dos manos
tirando con todas sus fuerzas y arrancándose mutuamente los mechones de raíz.
Las dos gritaban a más no poder con alaridos de rabia y dolor. El suelo estaba
lleno de pelos arrancados por ambas mujeres y mantenían el equilibrio de
milagro encima de sus respectivos taconazos.
Todos
animaban sin parar, gritando los diminutivos de sus nombres y chillándoles que
se arrancaran más mechones una a la otra.
Ellas cada vez más rabiosas, empezaron a clavarse sus afiladas uñas una
a la otra sin piedad; primero se atacaron las caras y después bajaron llenando
se surcos sus enormes pechos.
-
Aaaaaahhhhh,
putaaaaa….te voy a destrozar tus asquerosas tetazas.
-
Uuuuuffffffff,
zorraaaa…..te arrancaré yo antes las tuyas.
Las
dos seguían de pie con las 20 uñas clavadas en las tetas apretándose cada vez
con más saña; los gritos eran agudísimos y se les saltaban las lágrimas por el
dolor. Tuvieron que soltarse puesto que la tortura era insoportable y ambas se
separaron un metro aproximadamente masajeándose los pechos y viendo como las uñas
de la rival habían hecho mella y surcos en las tetas de ambas.
Casi
sin darse tregua, se embistieron las dos chocando sus enormes tetas unas contra
las otras y después rodeándose ambas con los brazos. Se estrujaban con todas
sus fuerzas intentando que la otra no pudiera respirar y clavaban sus uñazas
con ahínco en las espaldas haciéndose grandes surcos. Seguían bajando hasta que
clavaron con todas sus fuerzas las uñas en los cachetes de los culos y, a la
vez, intentaban abrirselos para dejar todo al descubierto.
El
delirio entre los hombres presentes iba a más y no paraban de animar con gritos
y apostando sobre una o la otra. Ellas seguían de pie abrazadas con las uñas
clavadas en los cachtetes intentando levantarse y tirarse al suelo mutuamente,
una a la otra.
La
postura era muy dificil con los tacones puestos y cayeron al suelo las dos
rodando sin parar de tirarse de los pelos y de arañarse. Empezaron a morderse
buscando ambas los pezones de la contraria y los aullidos eran tremendos cuando
una de las dos conseguía su objetivo. Estuvieron así un buen rato hasta que
decidieron separarlas porque el castigo mutuo era terrible.
Se
pusieron de pie las dos, insultándose sin parar y con ganas de seguir, pero los
asistentes declararon un empate entre las dos y un reparto del dinero en juego.
Habrá una próxima revancha ?
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