Relato de miguf25
Mi nombre es Roberto tengo 37 años, pelo castaño, ojos marrones y estoy casado con Diana, 35 años, pelo castaño, ojos verdes, senos grandes y bella figura. La semana pasada mi esposa y yo asistimos a una fiesta en casa de un vecino, sabíamos que iban a asistir muchas personas, de las cuales no conocíamos a la mayoría. Una vez allí, las bebidas fluyeron desde el primer momento, al cabo de un rato el público se dividió como en un baile de secundaria, es decir, todos los hombres de un lado y las damas del otro. Por un momento, la fiesta me pareció bastante aburrida, por tanto, me pasé la mayor parte del tiempo riendo en forma forzada y mirando el reloj. Las mujeres, en el otro lado de la habitación se reían más a menudo, haciendo mucho ruido. La multitud se fue reduciendo a medida que pasaba el tiempo, tanto fue así que el grupo de las mujeres se redujo a cuatro, incluyendo a mi esposa, ella lucia muy bien, pero yo no podía apartar mis ojos de una impresionante pelirroja que estaba sentada junto a ella. Traté de oír lo que ellas estaban hablando, pero no pude hacerlo.
Mi nombre es Roberto tengo 37 años, pelo castaño, ojos marrones y estoy casado con Diana, 35 años, pelo castaño, ojos verdes, senos grandes y bella figura. La semana pasada mi esposa y yo asistimos a una fiesta en casa de un vecino, sabíamos que iban a asistir muchas personas, de las cuales no conocíamos a la mayoría. Una vez allí, las bebidas fluyeron desde el primer momento, al cabo de un rato el público se dividió como en un baile de secundaria, es decir, todos los hombres de un lado y las damas del otro. Por un momento, la fiesta me pareció bastante aburrida, por tanto, me pasé la mayor parte del tiempo riendo en forma forzada y mirando el reloj. Las mujeres, en el otro lado de la habitación se reían más a menudo, haciendo mucho ruido. La multitud se fue reduciendo a medida que pasaba el tiempo, tanto fue así que el grupo de las mujeres se redujo a cuatro, incluyendo a mi esposa, ella lucia muy bien, pero yo no podía apartar mis ojos de una impresionante pelirroja que estaba sentada junto a ella. Traté de oír lo que ellas estaban hablando, pero no pude hacerlo.
Finalmente la fiesta terminó,
entonces Diana se acercó a mí y me llevó a donde estaba sentada Melisa, la pelirroja, 40 años, pelo
largo, ojos azules, senos grandes y gran figura, era obvio que ambas habían
bebido. En ese momento, el marido de Melisa, Carlos, 38 años, pelo negro y ojos
marrones, se acercó y nos presentaron oficialmente. Melisa nos invitó a su casa
y me di cuenta de que Carlos estaba muy
entusiasmado con la idea. Melisa le dijo como pretexto a Carlos que ella y mi
esposa no habían terminado de charlar.
A los pocos minutos, les dimos
las gracias a los anfitriones dirigiéndonos a nuestros automóviles, Diana y yo seguimos a la otra pareja a su
casa ubicada a pocas cuadras de la casa de la fiesta. Durante el corto viaje
hasta allí, Diana me conto que Melisa y ella se habían hecho amigas
rápidamente, pero que no estaban de acuerdo con algo que no podía ser resuelto
en la fiesta.
Mientras me ubicaba en la entrada
de la casa de Melisa y Carlos, Diana me siguió contando que ellas no estuvieron
de acuerdo acerca de luchas de pechos y de sexo femenino y masculino.
Carlos se situó en la puerta de
su casa y la mantuvo abierta para que Diana y yo pudiésemos entrar, una vez
dentro, Melisa le ofreció una copa de vino a Diana y una de cerveza para mí. Sin mucho aviso, Melisa
empezó a desabrocharse la blusa mientras Diana empezó a hacer lo mismo. Con
asombro miré como las dos mujeres comenzaron a soltar sus sostenes.
Melisa y Diana quedaron en
topless frente a nosotros, en ese instante pensé que mis ojos se iban a salir
ya que Melisa tenía los mejores senos que había visto. "¿Quién es la
mejor", preguntó Melisa, yo estaba sin habla. Es evidente que la gravedad
había sido amable con ella ya que la hacía ver como de la mitad de su edad.
Antes de que pudiera responder a la pregunta más fácil del mundo, observé como
Diana me miraba. Los senos de Diana eran todo un espectáculo, pero no se podían
comparar con los de Melisa. Carlos parecía un poco ansioso, y antes de que
pudiera responder, Carlos preguntó, "¿Vamos a pelear con ellos o no?"
La tensión en la sala pareció
salir de la nada entre Melisa y Carlos. "Nosotros hemos hecho esto antes,
sabes," comentó Carlos. "Nos gusta compararnos con otras parejas
sexualmente", continuó.
Entonces, Melisa le pidió a su
marido que guardara silencio para luego explicarle a Diana, “me di cuenta que
ustedes están preguntándose si son mejores sexualmente que nosotros”. Así como
"muchas parejas tienen buenos atributos, pero muy pocas están dispuestas a
probarlos contra otras parejas.", dijo Melisa. Entonces, Diana se rió y
comentó: “pensé que había dejado en claro en la fiesta, que estábamos
interesados”.
Entonces, Diana se acercó y puso
sus manos sobre los hombros de Melisa, esta última hizo lo mismo, era obvio que ambas habían
hecho esto muchas veces antes y que estaban acostumbradas a ganar.
"Cada vez que te quieras
rendir, solamente dilo", dijo Melisa a lo que Diana replicó “debes hacer
lo mismo”, enseguida empezó la batalla.
Con cautela, avanzaron más cerca
hasta que sus pezones se tocaron suavemente, no hubo sonrisas ni expresiones,
eran sólo dos mujeres muy hermosas con pechos muy grandes, ambas eran copa D,
pero aparte de lo duros y tonificados que parecían eran simplemente naturales.
El toque suave de los pezones fue
reemplazado por empujones y golpes directos de Melisa sobre los pechos de
Diana, los senos de Diana eran más suaves y menos firmes que los de Melisa. Por
un momento, me pareció observar a una amateur frente a una profesional. Al
transcurrir los minutos, los senos de Diana se movían de lado a lado pero
Melisa movía sus pechos hacia atrás y hacia delante debilitando la resistencia
de mi esposa, al cabo de unos minutos ambas hicieron el abrazo de oso, no había
dudas, era una verdadera lucha de pechos.
Melisa estaba en pleno control,
en un momento se detuvo y esperó hasta que los pezones y senos estuvieran
frente a frente, para luego mover su cuerpo y ejercer presión sobre Diana, la
cual, se defendía noblemente.
Entonces, pude ver el contacto
pezón a pezón: ambas tenían el mismo tamaño pero los de Melisa eran un poco más
claros, en ese momento, ambas los tenían duros, erectos y en plena batalla, en
ese instante pensé: “ojala que los senos de mi mujer no sean derrotados”
Las mujeres estaban concentradas
en la lucha de pechos, de ambas se podían oír suaves gemidos. Los pezones de
Diana comenzaron a sobresalir pero los de Melisa los empujaban hacia atrás. Sin
previo aviso, Melisa agarró la nuca de mi esposa y agitó sus senos de lado a
lado, dándole golpes a los de Diana. El sonido de los senos golpeándose llenó
la habitación, de cierto modo Melisa forzaba la sumisión de Diana.
De pronto pude ver a Diana
tratando de retroceder, pero Melisa no la soltaba. Los pechos de Melisa
siguieron golpeando sin piedad, hasta que oí a Diana decir: "Eso es todo,
me rindo."
Melisa soltó a mi esposa, en eso
Carlos y yo vimos a Melisa muy orgullosa de si misma, por alguna razón la
emoción de Carlos parecía cambiar.
Luego miré a mi esposa, la cual,
se levantaba lentamente masajeándose sus pechos, Melisa se acercó y la abrazó,
Diana le devolvió el abrazo y las dos se quedaron allí durante unos segundos.
En ese instante, Diana le susurra
a Melisa: "me gustaría saber si tu sexo es tan fuerte como tus pechos” a
lo que Melisa replicó: “probemos esa teoría", enseguida ambas comenzaron a
sacarse su vestuario inferior, quedando en breves momentos, completamente
desnudas.
Eligieron una alfombra felpuda en
el centro de la habitación como escenario de la lucha de sexos. Se sentaron
allí e inmediatamente abrieron sus piernas acercando lentamente sus coños, una
vez hecho el contacto, comenzaron a pujar: el vello púbico castaño de Diana se
mezclaba con el vello pelirrojo de Melisa, la batalla de los sexos había
comenzado.
Desde mi ubicación podía ver que
ambas mujeres se movían al mismo tiempo masajeando sus clítoris, ambas formaban
sobre la alfombra la figura clásica de tijeras
entrelazadas, algo típico en un sexfight, cabe mencionar que las piernas
de Melisa y Diana eran bronceadas y fuertes.
Carlos prestaba gran atención a las
mujeres que luchaban en la alfombra, por mi parte había visto a mi esposa tener
esa posición con otras mujeres, esto me hacía suponer que ambos estábamos
bastante excitados con el espectáculo. En ese momento, Diana estaba llevando el
control de la lucha, con cada embestida mermaba la resistencia de Melisa, lo
cual hacía evidente que no tenía intención de perder esta batalla.
A medida que Diana ejercía en
forma efectiva su ataque, la respiración de la mujer que la había vencido en la
lucha de pechos, aumentaba progresivamente.
De pronto, Diana apoyo una de sus
manos en la alfombra para levantar parte de su cuerpo y así ejercer mayor
presión de su entrepierna sobre la de Melisa, con su otra mano agarró uno de
los pechos de Melisa, comenzando a machucarlo.
Melisa gemía al mismo tiempo, de
dolor y placer agitando su cabeza y cabellera constantemente en todas
direcciones, en eso, le dije a Carlos mirando hacia las mujeres en la
alfombra:”así como entre mujeres se entienden, los hombres también debemos hacerlo”,
sin decir palabra, comenzó a bajarse los pantalones, yo hice lo mismo.
Al aparecer nuestras pollas, las
cuales ya estaban erectas producto de la excitación previa, observé que tenían
la misma longitud, el mismo grosor y eran de igual coloración, pero además,
estaban listas para pelear.
Avanzamos uno hacia el otro en
forma sigilosa como si fuéramos dos gallos preparándose para pelear, hasta que
las cabezas de nuestras pollas se tocaron.
Ese fue el momento en que
empezamos a movernos tratando de lograr el mayor contacto posible, los ojos de
Carlos y los míos se mantuvieron abiertos mirando el inicio del combate sexual.
Cada golpe de nuestras pollas
generaba un aumento en nuestras respiraciones, al pasar los minutos ambos
intentábamos moverlas hacia arriba y hacia abajo, de lado a lado tratando de
llevar al rival a un orgasmo.
Carlos presentaba un gran ataque,
lo cual me hacía defenderme continuamente y a la vez una gran defensa, ya que poseía gran
resistencia a mis ataques.
Al mismo tiempo, las mujeres
habían detenido sus movimientos, estaban prácticamente inmóviles en la
alfombra, producto del cansancio. Se habían tomado un descanso.
Luego de un breve momento, Diana
se anticipa y sale de la posición de tijeras dándose la vuelta, poniéndose en
pose de cuatro patas, “estilo perrito”, Melisa entiende el mensaje y adopta la
misma figura.
Ambas unen sus culos comenzando a
sacudirlos hacia atrás y hacia delante, muy pronto sus coños se humedecen. En
eso, comienzan a respirar pesadamente intentando hacer que la otra alcance el
clímax. Al mismo tiempo, los hombres nos tomamos un descanso, el cual, aprovecha
Carlos para acercarse a su esposa y susurrarle: "Haz que acabé,
querida", no creo que ella lo escuchara, ya que en ese instante, un gemido
salió de los labios de Melisa, entonces pensé: “no durara mucho más”.
De inmediato, y no estoy seguro
de cómo describirlo, ellas en su posición “estilo perrito” realizaron una
especie de marcha atrás, golpeándose sus
vaginas, Melisa se quejó en voz alta y se dejó caer en cuatro patas, apoyando
la cabeza en la alfombra, con su culo al aire Diana aprovechó ese instante para
darse vuelta, luego se movió hacia
Melisa, tomándola por la cintura y haciéndola caer de espaldas, al ver esto,
Carlos gritó "Lucha con su vagina” “Pelea con ella", pero era tarde,
Diana se abalanzó sobre ella adoptando la "posición del misionero",
enseguida comenzó a mover sus caderas, su pelvis, Melisa trataba de resistir el
embate pero era inútil, se retorcía de placer, a los pocos instantes Melisa
alcanzaba un gran orgasmo.
A los pocos segundos, Diana
alcanzaba su propio orgasmo. Luego al retirarse del lugar de la lucha, alzó su
vista y observó que Melisa yacía en la alfombra con aspecto voluptuoso,
entonces pensó: “estoy feliz de haber conseguido mi revancha”.
Una vez que mi mujer venció
sexualmente a Melisa, Carlos y yo retomamos nuestro combate, ahora nuestras
mujeres nos observaban, nos acercamos hasta que nuestras pollas se tocaron,
intenté moverme pero Carlos se adelantó a la jugada, comenzando a mover su
polla hacia arriba y hacia abajo, a lo largo de la mía.
Al estar de pie, lentamente
intenté frotar toda la longitud de mi polla sobre la de él, pero ante esta
estrategia intentó retroceder, no se lo permití. Entonces, Carlos me empujó y
caímos a la alfombra, en donde nuestras mujeres habían luchado, caí sobre él,
lo cual me dio la ventaja de estar “arriba”, esa condición en cualquier lucha
es beneficiosa.
A nivel de la alfombra, el roce
de las pollas se hizo cada vez más fuerte, ambos usábamos estrategias de ataque
y defensa para controlar los movimientos de nuestro rival, nuestras facciones
manifestaban el efecto de la lucha, lo cual era percibido por nuestras mujeres.
Ellas en un comienzo estaban silenciosas, pero a medida que avanzaba la lucha
comenzaron a involucrarse alentando a su hombre. En algún minuto, me pareció
escuchar gritos como: “hazlo acabar” o “acábalo” provenientes de cada mujer.
Un poco más tarde, pensé: “no
creo que resistamos mucho más”, ya que en ambos las frotaciones y palpitaciones
eran máximas. En eso, Carlos lanzó un fuerte gemido, disparando su semen
directamente sobre mi polla, a los pocos segundos, también eyaculaba producto
de las contracciones que aún mantenía mi polla.
En eso, Diana recogió su ropa del
piso de la sala y se vistió. Melisa abrazó a Carlos, el cual estaba derrotado sobre la alfombra,
una vez vestida pude ver como Diana recogía los zapatos rojos de tacón alto que
Melisa llevaba puestos antes que la lucha sexual comenzara.
Diana se acercó a Melisa y le
dijo: "Te voy a dar la oportunidad de recobrarlos, llámame cuando estés
lista.". Luego, Diana me abrazo y
nos fuimos.
Estaba confundido acerca del
asunto de los zapatos, una vez que llegamos al automóvil, Diana me explicó que
reconoció los zapatos que Melisa llevaba puestos cuando llegó a la fiesta. Eran
de tacos italianos color rojo, que pertenecían a una de sus amigas.
En la fiesta, Diana le había
dicho a Melisa que tenía que devolverle los zapatos de su amiga, la cual, los
había perdido hace más de un año, cuando se había enfrentado en una lucha
sexual con una pelirroja.
En ese momento, Melisa desafió a
Diana con una lucha de pechos y un sexfight para recuperar los zapatos, Diana
aumento el desafío incorporando un cockfight entre Carlos y yo, Melisa le
informó a su marido, durante la fiesta, de este desafío. Carlos aceptó el reto.
Al día siguiente, Diana llevaba
al trabajo los zapatos de tacón rojo.
impresionante! ¿podemos contactar?
ResponderEliminarMe encantooooó....una pena que no haya seguido la lucha de pollas....(Moterisimo@hotmail.com)
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