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martes, 3 de noviembre de 2020

Una esposa y una amiga


(Relato de Mich25, muchas gracias por tu aportacion)

Es época de verano así que cada fin de semana muy temprano voy a la cocina y me preparo una rica taza de café caliente para luego dirigirme a la sala principal en donde me siento en mi sillón reclinable, ubicado en frente del sofá, enciendo la TV y veo los canales de deportes.

Mi esposa y yo, estudiamos corretaje de propiedades en la Universidad Estatal de Los Ángeles, California. Actualmente trabajamos para una importante empresa del rubro inmobiliario y vivimos en una casa de tres habitaciones, dos baños y un gran jardín ubicada en los suburbios de los Ángeles.

Soy José, 30 años, 1.80cm, 74 kilos, moreno, ojos cafés, cuerpo delgado pero en forma gracias a ejercicios continuos y mi esposa Lisa, 28 años, 1.65 cm, 54 kilos, pechos copa 36C, cabellos largos castaños y ojos cafés.

Esta mañana de sábado estaba viendo un partido de béisbol cuando mi esposa entró en la sala y me dijo:

"Amor, no olvides comprar tierra vegetal para nuestro jardín".

"Muy bien cariño, por cierto Emilia vendrá más tarde a ver el juego", respondí.

Emilia (29 años, 1.66 cm, 54 kilos, pechos copa 36C, cabellos cortos rubios y ojos verdes) siempre ha sido mi mejor amiga, incluso después de terminar la escuela secundaria pensé seriamente en pedirle matrimonio pero justo en aquella época ella comenzó a comportarse de un modo extraño incluso llegó a tener un novio distinto cada semana por lo que mis planes de matrimonio se truncaron. Así que al ingresar a la universidad conocí a Lisa, quién fue mi novia durante mi vida universitaria y luego de terminar la carrera, se convirtió en mi esposa.

Estaba sumido en estos pensamientos cuando recordé que debía ir a comprar la tierra vegetal así que salí raudamente de la casa y conduje en mi camioneta hasta el supermercado más cercano y al regresar, traía dos grandes bolsas que dejé en el garaje junto a unos paquetes de semillas que Lisa había comprado hacía un par de semanas.

Al ingresar a la casa pude ver a mi esposa sentada en la mesa de la cocina comiendo cereal, tomando café y leyendo su Tablet electrónica. Llevaba su largo cabello castaño atado en forma de cola de caballo, usaba una camiseta de algodón blanca y una falda de jean.

"Buenos días, cariño", dije mientras me inclinaba para besar su mejilla.

¿A qué hora es el juego? preguntó Lisa con indiferencia.

"Hoy a las tres de la tarde", contesté de inmediato.

A Lisa no le interesaban los deportes, entonces preguntó:

¿Crees que puedes aplicar una capa de tierra en el jardín, antes del juego?

"Eso sería mucho trabajo, cariño", respondí.

"Tú eras quien quería una casa en los suburbios", espetó Lisa.

"Lo sé, simplemente no me gusta el trabajo de jardín", contesté conteniendo la ira.

"Pero no dudaste en comprar una casa con un gran jardín", respondió Lisa enfadada.



¿Por qué no contratamos a alguien para que haga el trabajo sucio?, repliqué con un tono de voz conciliador.

"Si haces esto por mí, haré lo que tú quieras", dijo Lisa cambiando el tono de voz.

¿Cualquier cosa?, pregunté incrédulo.

"Si y una vez que todo el trabajo esté terminado, seré toda tuya”, susurró sensualmente en mi oído.

Diez minutos más tarde, me hallaba sosteniendo una pala, un rastrillo, un azadón y junto a mí se hallaban las bolsas de tierra y los paquetes de semillas. Fue entonces que me dispuse a trabajar en aquel terreno de aproximadamente veinte metros cuadrados en el frontis de la casa y que sería supuestamente nuestro jardín.

Aunque todavía era relativamente temprano, el calor veraniego ya se hacía sentir pero aun así hundí con fuerza la pala en aquel sedimento y fue entonces que mi mente comenzó a divagar sobre mi vida sexual con Lisa. El sexo había estado bien pero últimamente se había vuelto un tanto monótono ya que solíamos hacerlo los mismos días y a la misma hora, además solo adoptábamos la postura del misionero y aunque ella no se quejaba, algo dentro de mí me decía que a nuestra relación le faltaba fantasía erótica.

En mi caso, las fantasías eróticas están relacionadas con la lucha de mujeres. Esta afición comenzó aproximadamente cuando tenía 10 años ya que a esa edad fui llevado al cine a ver una película francesa de espías tipo James Bond. En esta película había una escena en donde el agente secreto se reunía con un informante en un club nocturno que tenía una gran hamaca blanca colgada justo en el centro y a su alrededor se hallaban mesas con lámparas y sillas ocupadas por un máximo de cuatro personas.

De pronto, apareció un hombre con micrófono en mano anunciando el gran evento de la noche:

Lucha de mujeres sobre la hamaca”.

Enseguida una música lenta y sensual comenzó a sonar en todo el lugar mientras dos bellas mujeres de aproximadamente 25 años aparecieron por un costado del recinto. Una era rubia de piel bronceada y llevaba su cabellera larga, alisada y enrollada hacia arriba mientras que la otra era pelirroja, piel caucásica y tenía su cabellera ondulada que le caía sobre sus hombros.

Llevaban de atuendo un bikini de guepardo y unas babuchas (zapatillas ligeras, cerradas por el talón y terminadas en punta) también de guepardo. A simple vista tenían la misma estatura (1.65cm), el mismo peso (54 kilos) y sus cuerpos estaban en forma mientras que sus brasier eran copa 36C.

De pronto, todas las luces del lugar se apagaron quedando solo encendido un gran reflector que iluminaba solo la hamaca. Una vez que las chicas estuvieron de pie sobre la hamaca, agazaparon sus cuerpos y comenzaron a desplazarse lenta y sigilosamente en círculos hasta llegar al centro de la estructura colgante sin apartar la vista la una de la otra. En ese preciso momento, la música dejó de sonar y solo se escuchó el sonido de una campana que daba por iniciado el combate.





De pronto, sus cuerpos se abalanzaron el uno contra el otro para luego chocar y caer simultáneamente sobre la lona. Al estar tumbadas sobre la lona, ambas chicas se abrazaron mutuamente para luego comenzar a rodar de un lado a otro mientras que cada una de las luchadoras intentaba quedar en la posición superior pero la flexibilidad que exhibían sus cuerpos impedía que alguna lograse tal ventaja en ese momento.

Después de algunos minutos de lucha, el público seguía alentándolas pero ahora las luchadoras comenzaron a evidenciar síntomas de cansancio ya que la intensidad mostrada inicialmente había disminuido considerablemente haciendo que sus movimientos se tornasen más lentos y sensuales, sus cuerpos ahora sudaban, sus peinados habían perdido la consistencia inicial y sus gemidos eran más ruidosos.

Ambas luchadoras se encontraban en el centro de la hamaca, luchando cuerpo a cuerpo, cuando pude ver cómo la pelirroja, aprovechando un descuido de la rubia, colocaba sus piernas alrededor del cuello de su rival para luego apretarlos con fuerza. Esto hizo que el cuerpo de la rubia se contorsionara frenéticamente de un lado a otro intentando escapar incluso usó sus manos para apartar aquellos muslos que la sofocaban pero sus esfuerzos resultaban inútiles ya que al parecer sus fuerzas la habían abandonado.

Segundos más tarde, la rubia quedaba inconsciente sobre la lona mientras que la pelirroja al percatarse de esto se incorporaba raudamente sobre la hamaca para luego alzar sus brazos y dar brincos de felicidad justo al lado en donde se hallaba su rival derrotada. En tanto, el público presente la aplaudía eufóricamente.

De pronto, una voz lejana me sacó de mis pensamientos, devolviéndome al presente.

"Hola José", gritó Emilia desde la puerta de entrada.

Mi mejor amiga llevaba puesto un vestido amarillo de mangas cortas con flores estampadas.

"Hola", contesté apresurado.

¿Estás atareado haciendo el jardín?, preguntó Emilia.

"Estoy preparándolo para sembrarlo", le dije un tanto desganado.

"Espero que te estén pagando bien por esto", dijo Emilia

"Bueno, supuestamente", le dije animado.

¿En serio?, consultó Emilia.

En ese momento, ella atravesó la puerta de entrada y luego se acercó a mí para darme un beso en la mejilla y preguntarme:

¿Qué te está ofreciendo tu mujer?, preguntó Emilia con tono pícaro.

"Bueno, ella dijo cualquier cosa", respondí un tanto incómodo.















"Bueno, te daría una mano pero desafortunadamente no vine vestida para el trabajo, así que me voy a sentar allí y te veré trabajar", dijo Emilia.

Después de quince minutos trabajando bajo el ardiente sol, mis brazos y espalda me dolían demasiado así que decidí poner fin a mi labor y comencé a caminar lentamente de regreso a la casa y mientras lo hacía me saqué mi camiseta blanca de algodón, la cual se hallaba totalmente empapada de sudor.

"Oh sí, quítatelo bebé", gritó Emilia emocionada.

Me detuve en seco y miré a Emilia entonces sonreí.

"Sí, quítatelo bebé", gritó nuevamente Emilia.

Como si fuera un stripper masculino, comencé a agitar mi camiseta sobre mi cabeza, girándola en el aire para luego lanzarla en dirección a Emilia.

"Sí, eso bebé, ven aquí y toma tu dólar", gritó Emilia mientras agitaba un billete en su mano.

Seguí bailando hasta llegar a ella.

"Sacúdelo nene", gritó Emilia excitada.

Al estar cerca de ella, intenté agarrar el billete pero Emilia fue más rápida y lo sacó de mi alcance.

"No tan rápido, vaquero", dijo Emilia.

Luego se inclinó y deslizó el billete en mi cintura justo por encima de mi entrepierna, sentí que su mano rozaba mi estómago haciendo que mi pene se endureciera.

"Haz temblar ese dólar, bebé", gritó Emilia.

Intenté sacudir mis caderas de lado a lado, pero Emilia me sorprendió nuevamente al presionar su cuerpo contra el mío. El aroma de su cuerpo golpeó mi olfato mientras su cuerpo se unía al mío haciendo que mi pene se volviera totalmente duro. Al sentir su cuerpo, me alejé de ella avergonzado y fue entonces que vimos a Lisa.

"Hola Lisa", dijo Emilia.

A Lisa no le gusta el sentido de humor que usamos con Emilia ya que lo considera chabacano, así que mi mujer hizo un gran esfuerzo por fingir que la presencia de Emilia no le molestaba.

De pronto, ella me preguntó:

Ahora, ¿bailas y te sacas la camiseta?”

¿Qué sucede contigo?, respondió Emilia con tono molesto.











Pude ver como la furia se apoderaba de mi mujer pero sin mediar palabra alguna, Lisa avanzó hacia el jardín mientras Emilia y yo la seguíamos.

"Hiciste un buen trabajo arando toda esta tierra, cariño", me dijo Lisa para luego consultar:

¿Ahora le vas a aplicar una capa extra de tierra vegetal?

"Claro, solo déjame ir a la casa y beber agua”, le dije mientras me agachaba y recogía mi camiseta húmeda.

Al entrar a la casa, me percaté que Emilia me había seguido hasta allí mientras que Lisa se había quedado sola en el jardín.

¿Estás tratando de que me maten?, le consulté a Emilia ásperamente.

"Tranquilízate tontín, yo lo arreglaré todo. Aún tendrás tu noche de cualquier cosa, te lo prometo", guiñándome un ojo.

Mientras tanto, yo bebía casi dos litros de agua aproximadamente.

Se nota que tenías sed, arando todo ese terreno bajo este sol”, dijo Emilia.

De pronto, vi que ella se asomaba por la ventana para luego preguntar:

¿Qué le viste a esa mujer?

¿Qué quieres decir?, le pregunté.

"No le gustan los deportes, no le gusta nada de lo que a ti te gusta y es aburrida", dijo Emilia y luego preguntó:

¿Acaso era diferente cuando salías con ella en la universidad?

No, teníamos algunas cosas en común y nos atraíamos físicamente", le contesté a Emilia.

"Y ahora", dijo Emilia.

¿Y ahora qué?, la interrogué con cierto enfado.

Te conozco desde hace mucho tiempo y sé que no eres feliz", afirmó Emilia.

"Soy feliz, bueno últimamente ha sido un poco difícil sobrellevar nuestro matrimonio ya que a veces ella se vuelve algo frustrante", respondí algo desanimado.

"Mientras digas que eres feliz está todo bien, pero no puedo dejar de pensar en qué habría pasado si hubiera estado más cerca de ti, me refiero a cuando ustedes salían", dijo Emilia.













Pasado, ¿cómo?, le consulté con un tono de voz impaciente.

"No lo sé", respondió Emilia.

¿Nos habrías separado?, ¿acaso eso es lo que estás tratando de hacer ahora?, le consulté ahora con tono de voz molesto.

"No, no estoy tratando de destruir tu matrimonio. Además, acabas de decirme que eres feliz pero a la vez admites que estás frustrado y quiero que sepas que hay formas de aliviar esa frustración", concluyó Emilia.

¿Cómo?, pregunté intrigado.

Emilia sonrió de forma traviesa y cuando iba a contestar.

"José, José", era Lisa que me llamaba desde el jardín de la casa.

"Ya voy, querida", grité y salí a encontrarme con Lisa mientras Emilia me seguía.

¿Ahora vas a utilizar el fertilizante?, preguntó Lisa.

"Sí, cariño", respondí.

Entonces nivelé el sedimento con el rastrillo y luego esparcí el fertilizante mientras tanto Lisa y Emilia me observaban desde la entrada de la casa.

De pronto, me percaté que el cansancio estaba haciendo estragos en mi cuerpo así que le pregunté a Lisa.

¿Cómo se ve, cariño?

"Se ve muy bien", dijo Lisa.

"Muy buen trabajo, amigo", espetó Emilia.

"Muy bien, ahora iré a lavarme", respondí.

Así que sin mirar hacia atrás, me dirigí raudamente a la casa. Me duché en el baño principal y luego fui a la cocina a beber un poco más de agua, fue entonces que me asomé por la ventana para ver a mi esposa y a mi mejor amiga a solo escasos centímetros de distancia. Mirándose fijamente la una a la otra como si estuvieran a punto de iniciar una pelea, entonces abrí rápidamente la puerta y salí corriendo en dirección hacia ellas con la intención de evitar algo que parecía inevitable.

Al llegar a ellas, solo pude atinar a escucharlas:

"Entras a mi casa y me dices que no merezco a mi esposo", le gritó Lisa a Emilia con tono desafiante y sin apartarse.

"Deja de quejarte, pareces una mujer insatisfecha", respondió Emilia molesta sin retroceder.









En eso Lisa se acercó a Emilia y la empujó con fuerza haciéndola caer, acto seguido Emilia se puso de pie y también empujó a mi mujer haciéndola caer. De igual modo, Lisa se incorporó pero ahora ambas quedaron frente a frente mirándose fijamente por algunos segundos, entonces se abalanzaron la una hacia la otra haciendo que sus cuerpos colisionaran y cayeran al suelo nuevamente, luego comenzaron a rodar de un lado a otro y fue en ese momento que pensé en separarlas pero rápidamente desistí de la idea ya que era mejor que arreglasen la tensión que se había generado entre ellas.

Y fue así que siguieron luchando, por todo aquel terreno, sin que hubiera una clara vencedora y fue en ese momento que perdí la paciencia y agarré la manguera del jardín disparando un potente chorro de agua fría sobre ambas mujeres. Pero para mi sorpresa, ninguna de ellas se detuvo incluso lucharon con más ahínco que antes, a pesar de que sus ropas ahora estaban empapadas y la tierra vegetal se había convertido en un verdadero lodazal.

A esa altura del combate, Lisa había logrado sacar el vestido de Emilia dejándola solo con un brasier blanco y un calzón del mismo color. Del mismo modo, Emilia había logrado arrancar totalmente las vestimentas de Lisa dejándola con un brasier azul blanco y un calzón del mismo color.

De pronto ambas quedaron de pie, con sus cuerpos totalmente embarrados, entonces se acercaron hasta que sus pechos se unieron mientras que sus ojos se miraban fijamente. Fue en ese momento en que comenzaron lentamente a despojarse de su brasier y de su calzón hasta quedar completamente desnudas.

Enseguida volvieron a embestir sus cuerpos, cayendo una vez más al fango. En ese momento ver a mi mujer luchando en el lodo, me hizo enfurecer así que ingresé al campo de batalla tomé a mi fangosa esposa y la alejé de Emilia.

"Déjame seguir luchando, estoy ganando", me gruñó Lisa intentando liberarse de mi agarre mientras su largo cabello castaño se hallaba totalmente enlodado mientras que sus pechos desnudos se agitaban frenéticamente.

¿Cómo que estás ganando", espetó Emilia mientras se ponía de pie totalmente embarrada mientras que sus pechos se movían furiosamente.

"Maldita zorra, no vas a robarme a mi hombre", gritó Lisa descontrolada.

Si estás tan preocupada de eso, tal vez deberías esforzarte más para mantenerlo a tu lado", respondió muy molesta Emilia.

"Nadie está robando y nadie tiene que esforzarse más, mírense parecen unas locas”, grité enojado.

Luego de un silencio incómodo, Lisa y Emilia se miraron por unos segundos para luego echarse a reír de buena gana.

"Oh Dios mío, soy un maldito desastre", dijo Emilia riéndose a carcajadas.

"Yo parezco una verdadera loca", dijo Lisa también riéndose de buena gana.











Sus risotadas hicieron que me contagiara por lo que me reí junto a ellas y luego de unos minutos, Lisa dijo:

"Bueno, es hora de limpiarse".

"Las damas primero", dije mientras recogía la manguera.

Entonces lancé un chorro de agua sobre Lisa, quién comenzó a limpiarse todo su cuerpo y al cabo de un momento hacía lo mismo con Emilia, quién también se frotaba todo su cuerpo y con ambas manos.

"Puedes usar el baño de huéspedes, nosotros usaremos el baño principal y si terminas antes que nosotros, siéntete como en tu casa", le dijo Lisa a Emilia.

Después de ducharnos, Lisa y yo solo pudimos encontrar una camiseta blanca de algodón y un pantalón corto para Emilia entonces encontramos a Emilia sentada en el sillón reclinable tomando una cerveza, mirando el juego de béisbol y vestida solo con una toalla.

¿Esa ropa es para mí?, preguntó Emilia al vernos entrar a la sala.

"Sí, es lo mejor que pudimos encontrar", replicó Lisa.

Emilia se incorporó de un salto desde la silla reclinable para luego soltar la toalla que le cubría su cuerpo, quedando completamente desnuda por algunos segundos entonces procedió a ponerse rápidamente la ropa.

"Me muero de hambre", dijo Emilia al vestirse.

Mientras comíamos unas pizzas y bebíamos unas cervezas, Emilia dijo:

"Deberíamos jugar un juego".

¿Cuál juego?, le consulté.

"Porque no jugamos a verdad o reto", dijo Emilia.

Me reí por la sugerencia, pero detrás de mí escuché a Lisa decir:

"Muy bien, juguemos".

¿Quién quiere empezar?, preguntó Emilia.

En ese momento, me percaté que la noche había caído así que fui y prendí solo algunas luces de la casa para luego ir a sentarme junto a Lisa en el sofá, dejando a Emilia en el sillón reclinable.

"Lisa, verdad o reto", dijo Emilia.

"Reto", dijo Lisa.

"Te reto a que muestres como haces una mamada", dijo Emilia sin tapujos.

"Lo haré con esta botella de cerveza", replicó Lisa.









Entonces mi mujer puso el cuello de la botella en su boca, imitando una mamada por alrededor de quince segundos y al finalizar le consultó a Emilia.

¿Qué te pareció?

"Genial, José eres un hombre afortunado", respondió Emilia con voz pícara.

"Emilia, verdad o reto?, dijo Lisa.

"Verdad", respondió Emilia.

¿Alguna vez has besado a una mujer?, preguntó Lisa.

"Sí", replicó Emilia rotundamente.

"José, verdad o reto", dijo Emilia.

"Reto", respondí.

"Te reto a que nos muestres tu pene", dijo Emilia con picardía.

¿Qué?, pregunté sorprendido.

"Vamos, anímate", exclamó Emilia.

Miré a Lisa esperando que ella protestara pero al no hacer nada, me puse de pie y bajé raudamente mis pantalones y mi bóxer quedando mi pene totalmente expuesto.

¿Cómo pasé tanto tiempo sin verlo?, preguntó Emilia con una sonrisa en su rostro.

"Nunca me lo pediste", respondí algo incómodo mientras apresurado subía mis pantalones y mi bóxer.

Lisa, ¿verdad o reto? pregunté rápidamente.

"Verdad", dijo Lisa.

¿Alguna vez has estado con una mujer?, le pregunté.

"Sí", dijo ella.

"José, te dije que había estado con dos personas antes de que nos conociéramos, lo que no te dije fue que ambas eran mujeres", dijo Lisa.

¿Soy el único hombre con el que has estado?, pregunté angustiado.

"Sí, por supuesto. Supongo que ahora soy bisexual ya que desde joven me sentí atraída por las mujeres incluso en ese tiempo pensé que era lesbiana pero al conocerte quise tener una vida conyugal e hijos. Te amo José, de verdad. No quiero que pienses que soy infeliz contigo", respondió acongojada mi esposa.

No supe qué decir ya que me hallaba muy confundido, entonces giré mi cuerpo hacia Emilia y le consulté con enfado:

¿Tú sabías de esto?







"Sí, lo supuse por la forma en que ella me miraba", contestó Emilia.

¿Cómo nunca supe de esto?, pregunté en voz alta y mirando el techo.

"Porque eres un tonto, por tanto no podías ver lo que estaba en frente de tu cara", me espetó Emilia.

Emilia, ¿verdad o reto?, consultó Lisa.

Verdad”, respondió Emilia.

¿Tú amas a José?

"Sí", oí decirle a Emilia.

"Oh, no te hagas el tonto, siempre me he sentido atraída por ti, quería ser tu esposa y tener una familia contigo pero también quería experimentar la vida y justo en ese tiempo conociste a Lisa entonces pensé muy bien, quizás yo pueda encontrar a otro José pero busqué y busqué durante muchos años hasta que me di cuenta que no hay otro hombre como tú", concluyó Emilia.

Se hizo un silencio muy incómodo, por mi parte intentaba procesar todo lo que había escuchado en los últimos minutos, es decir, mi esposa se acostaba con mujeres y mi mejor amiga siempre me había amado en silencio.

"No puedo creer que me ocultaras todo esto", le espeté a Lisa.

¿Así como tú tratas de ocultar tus fantasías sexuales?, respondió Lisa en forma brusca.

"Sí, sé que te excitan las luchas de mujeres", dijo Lisa molesta.

"Bueno, siempre quise decírtelo pero no me atrevía ya que no sabía cómo reaccionarias”, respondí a la defensiva.

Emilia, ¿verdad o reto?, dijo Lisa.

"Reto", dijo Emilia.

"Te reto a una lucha sexual", dijo Lisa.

¿Te refieres a un sexfight?, contestó Emilia.

Exacto, cada una usará su sexo para forzar el orgasmo de la otra, por ende, la que se corre primero, pierde”, respondió Lisa.

Acepto”, contestó Emilia sin titubear.

"Muy bien, vamos a la habitación", dijo Lisa con determinación.











Enseguida Lisa se levantó súbitamente del sofá y tomó de la mano a Emilia, arrastrándola hasta la habitación principal mientras yo las seguía un poco más atrás. Una vez en la habitación, ellas se despojaron raudamente de sus ropas para luego ir a la cama en donde se pusieron de rodillas mirándose la una a la otra mientras yo las observaba desde un rincón contemplando sus hermosos pechos y sus llamativos sexos, ya que los frondosos y rizados vellos negros de Lisa contrastaban con los espesos vellos rubios y lisos de Emilia.

De pronto, Emilia se sentó sobre la cama y abrió sus piernas totalmente dejando en forma majestuosa su sexo expuesto y desafiante. De inmediato Lisa realizó el mismo movimiento, con lo cual, aceptaba el reto. Entonces avanzaron lentamente la una hacia la otra hasta que sus piernas quedaron entrelazadas como si fueran dos tijeras entrecruzadas con lo cual sus sexos quedaron estrechamente unidos, esto hizo que sus caderas iniciaran el típico movimiento hacia adelante y hacia atrás lo que permitió que sus clítoris se frotaran fuertemente.

Durante la lucha sexual pude notar que aunque mi esposa intentaba resistir de la mejor manera los embates de Emilia, al parecer no tardaría mucho en alcanzar el orgasmo. Por su parte, Emilia presentaba un mejor control de su cuerpo ya que al parecer tenía una mayor experiencia en este tipo de luchas.

Fue así que al cabo de unos minutos, Lisa lanzaba un sonoro gemido lo que daba por hecho que había alcanzado el orgasmo. Pocos segundos después, Emilia también dejaba escapar un placentero gemido orgásmico que provenía desde lo más profundo de su ser. Luego de un reparador descanso, ellas iniciaron un segundo encuentro sexual siendo esta vez Emilia la primera en alcanzar el orgasmo.

De acuerdo a los resultados obtenidos en ambos combates sexuales, declaraba un empate la lucha sexual entre mi esposa y mi mejor amiga.

"Oh, Dios mío", gimió voluptuosamente Emilia.

"Esto fue tan excitante pero cansador a la vez así que intentaré dormir ahora para reponer fuerzas. Tú puedes ir a dormir a la habitación de huéspedes", le dijo Lisa a Emilia.

"Claro", dijo Emilia.

"Voy a acompañar a Emilia a su habitación", le dije a Lisa.

"Muy bien, José", dijo Lisa mientras cubría su cuerpo.

Emilia y yo nos dirigimos a la habitación de huéspedes y al llegar allí le dije:

"Está bien, cuéntame"

¿Qué?, me preguntó Emilia.

¿Qué le dijiste a Lisa para que se enfadara así?, le consulté.

¿Te refieres a la lucha en lodo?, preguntó Emilia.

"Sí”, respondí.







Ella no se relajó con lo que le dije y creo que allí ella se volvió honesta consigo misma y con lo que quería, entonces si era así, ella no te merecía", respondió Emilia.

¿Por qué nunca me dijiste lo que sentías por mí?, le pregunté.

"Como dije, no estaba lista para este tipo de vida que tú querías", respondió Emilia.

"Tienes razón", le dije.

"La vida se mueve rápido y si no te detienes y miras a tu alrededor de vez en cuando, podrías perderte", dijo Emilia para luego ingresar a la habitación y cerrar la puerta.

Fin